La rivalidad entre madre e hija es un tema profundo que se teje en la psicología, lo transgeneracional y lo inconsciente. Generalmente, detrás de este vínculo tensionado no hay solo diferencias de carácter, sino heridas emocionales no resueltas que se reactivan de generación en generación.
Lo que suele estar detrás:
- Herida de rechazo o abandono
La madre pudo haber sentido en su propia infancia que no fue elegida, vista o valorada por su madre/padres.
Cuando tiene a su hija, sin darse cuenta, puede proyectar esa herida: sentir que la hija “le quita” lugar, atención o incluso juventud.
- Competencia simbólica
En la adolescencia de la hija, cuando surge su energía femenina y sexual, la madre puede sentir de manera inconsciente una amenaza.
No es un rechazo real a la hija, sino un reflejo de su propia herida con su feminidad, autoestima o envejecimiento.
- Herida de injusticia y comparación
Muchas madres cargan con la creencia de que tuvieron que “sacrificarse”, mientras que la hija viene con una fuerza de querer vivir con libertad.
Esa diferencia activa resentimiento, comparaciones y reproches que en realidad vienen de lo que la madre no pudo darse a sí misma.
- Identificación y proyección
Lo que la madre no soporta de su hija suele ser una parte de sí misma que no ha integrado o aceptado.
Así, la hija se convierte en un espejo incómodo de lo que la madre deseó o de lo que reprimió.
- El lugar de la mujer en el linaje
Muchas veces la rivalidad no es personal, sino un eco de generaciones de mujeres que no tuvieron voz, libertad o dignidad.
La hija, al querer abrir un camino distinto, despierta en la madre el dolor de todas esas mujeres anteriores.
En resumen
La herida no resuelta más frecuente es la de rechazo y desvalorización, tanto de la propia madre hacia sí misma como de su historia con su madre. Esa herida se convierte en rivalidad cuando en realidad lo que ambas necesitan es reconocer su dolor, ver a la otra sin juicio y honrar el lugar que cada una ocupa en la línea femenina