Esperamos muchas veces que alguien más nos motive: una palabra de aliento, un reconocimiento, un empujón. Pero ¿qué pasa cuando ese apoyo externo no llega? ¿Qué sucede cuando el aplauso no se escucha? Ahí es donde entra en juego algo más profundo: la automotivación. Convertirse en nuestro mejor motivador no es fácil, pero sí es posible. Y, sobre todo, es necesario.
Desde la psicología, se reconoce que la automotivación es una de las habilidades clave de la inteligencia emocional (Goleman, 1995). Implica la capacidad de impulsarse hacia metas, persistir ante la frustración y mantenerse enfocado incluso cuando hay obstáculos. Pero esto no nace de la nada: está profundamente conectado con la autoestima y con lo que creemos acerca de nuestras capacidades.
Cuando decimos “yo no puedo” o “no soy capaz”, activamos un relato interno que limita nuestras acciones. En cambio, cambiar ese discurso por uno más compasivo y empoderador —"estoy aprendiendo", "puedo intentarlo", "vale la pena el esfuerzo"— transforma nuestra relación con nosotros mismos. El coaching ontológico nos recuerda que “somos seres lingüísticos” y que el modo en que hablamos de nosotros crea nuestra realidad (Echeverría, 2003).
Automotivarse es tener una conversación diaria con uno mismo desde la confianza, no desde la exigencia. Es decirse: “No es fácil, pero estoy aquí, sigo adelante, y lo que soy ya es suficiente para comenzar”.
No se trata de falsas afirmaciones, sino de cultivar una mirada más amable y poderosa sobre uno mismo. Al final del día, cuando el ruido del mundo se apaga, quien debe sostenerte… eres tú.
Yo, mi mejor motivador no es solo un lema. Es una práctica, una decisión y un acto de amor propio.
Colaborador: Andrés Tobón Hoyos
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Bibliografía consultada:
- Goleman, D. (1995). Emotional Intelligence: Why It Can Matter More Than IQ. Bantam Books.
- Branden, N. (1994). Los seis pilares de la autoestima. Ediciones Paidós.
- Echeverría, R. (2003). Ontología del lenguaje. Granica.