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pesar de que la fuente de nuestra preocupaciones haya pasado del mundo concreto al intangible, la respuesta física a dichos miedos no ha cambiado en millones de años. El pánico es una manifestación extrema del miedo y si vemos en las reacciones del La forma como comemos muchas veces es un reflejo de la manera en la que asimilamos y digerimos la vida.

¡Aprendamos a digerir nuestras emociones!

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La depresión, preocupación, nerviosismo, ansiedad, tensión y otros estados negativos están basados en una emoción primaria: el miedo. La preocupación es el miedo a lo desconocido, la ansiedad, miedo sobre las situaciones que se presentarán, la tensión es miedo a las demandas hechas por otras personas, el nerviosismo es miedo a no poder manejar adecuadamente las responsabilidades de la vida diaria. 

Hay que fijarnos en la manera en la que comemos… ¿no comemos por las prisas?, ¿comemos parados, en el escritorio del trabajo? o nos tomamos nuestro tiempo para poder disfrutar de una comida con personas que queremos, dedicando tiempo para asimilar lo que me tienen que decir, contándoles mis experiencias del día y estableciendo vínculos estrechos que me permiten digerir las situaciones por las que estoy pasando.

A cuerpo que acompañan a esta emoción podremos aprender algo sobre cómo las emociones afectan la digestión.  

En el momento en que el organismo percibe una amenaza a través del miedo se desencadenan una serie de eventos que afectan cada célula. En primer lugar el hipotálamo, una glándula que se encuentra cerca del cerebro libera hormonas para estimular el organismo. Las glándulas suprarrenales también se activan para secretar una serie de hormonas que activará varias respuestas en el organismo. Los vasos sanguíneos de la piel y el sistema digestivo se constriñen para que la sangre vaya directamente a los músculos de los brazos y piernas, de tal manera que el cuerpo esté preparado para correr o defenderse. 

Al mismo tiempo el baso secreta una gran cantidad de glóbulos blancos al torrente sanguíneo anticipando cualquier lesión. El hígado  también libera glucosa que pretende suplir las demandas de energía de este sistema en alerta. Cuando sentimos miedo la boca se seca y las fosas nasales se dilatan para oxigenar más eficientemente el cuerpo. Si la emoción es extrema el gas se desplaza hacia abajo forzando la evacuación de orina o excremento para aligerar el cuerpo y facilitarle la huida. Estas mismas reacciones ocurren aunque en un nivel más bajo cuando la fuente del miedo es intangible.  El problema con respecto a la digestión en presencia de esta moción es que los alimentos no pueden ser digeridos, absorbidos y asimilados apropiadamente en su presencia. 

Es importante reconocer que hay un vínculo entre las emociones, la digestión y la manera en la que asimilamos la vida. Actualmente muchas personas padecen enfermedades gástricas asociadas a un alto nivel de estrés (estreñimiento mental) tales como las úlceras, gastritis, colitis, hernias, etc.

Si aprendemos a saborear cada alimento y también a digerir cada situación por la que pasamos esto nos puede ayudar mucho a tener una buena digestión y salud integral.

La conexión del intestino y el cerebro.

 

El intestino y el cerebro se desarrollan en la misma parte del embrión humano. Por lo tanto, no es de sorprenderse que el tracto gastrointestinal cuenta con un suministro muy rico de terminaciones nerviosas por lo que en ocasiones se le conoce como "el pequeño cerebro". El intestino cuenta con algunas de las mismas terminaciones nerviosas y neurotransmisores que el cerebro con el cual se mantiene ligado a través del núcleo grande (el locus ceruleus). Esta colección de células nerviosas es en parte responsable de controlar la ansiedad y el miedo, que podría explicar el porque estas emociones se pueden asociar con el funcionamiento colonico.

Tras muchas investigaciones los científicos se dieron cuenta de que en el intestino había toda una serie de neuronas (100 millones) que cumplían, por un lado, la función reguladora del proceso digestivo y, por otro, una regulación emocional a través de multitud de mensajes que enviaban al Sistema Nervioso Central.

Será a través de Nervio Vago que se producirá la comunicación entre el cerebro y el intestino. Curiosamente se ha descubierto que de cada diez comunicaciones que hay entre cerebro e intestino, 9 van del intestino al cerebro y solo 1 al revés. Por tanto, podemos concluir que es mucho más importante lo que nuestro sistema digestivo le dice al cerebro que no lo que el cerebro le dice a nuestro sistema digestivo, cosa que hasta ahora no se había tenido muy presente y vemos que es primordial para nuestro equilibrio tanto físico como emocional.

Teniendo en cuenta todo lo anteriormente mencionado podemos afirmar que el Sistema Nervioso Entérico es el sustrato de la emociones básicas, lo que en psicología se llama Campo emocional positivo-negativo.

Las emociones son como las brújulas de nuestro cuerpo. La palabra emoción viene del latín Emotio que significa movimiento. Éstas nos informan de la acción más idónea para nosotros, acercarnos a algo que nos produce bienestar o alejarnos de algo que nos produce malestar.

PASOS PARA UNA BUENA DIGESTIÓN:

 

las emociones positivas también tienen un efecto en los procesos fisiológicos del cuerpo. Cuando nos sentimos alegres, relajados y felices, raramente nos enfermamos. De hecho uno de los resultados es una mejor digestión. Cuando nos sentimos positivos sobre nosotros y nuestro entorno somos capaces de disfrutar más nuestra comida y esto permite que se asimile mejor. Además nuestros estómago y otros órganos involucrados están menos tensos lo cual les permite realizar su labor con mayor facilidad. Por lo cual debemos esforzarnos en crear un condiciones propicias para la digestión cuando nos sentamos a la mesa, dar gracias por los alimentos, rodearnos de compañía agradable o un lugar que nos causa emociones positivas puede ayudarnos  en este sentido. Además reírse después de haber comido permite a los alimentos realizar un mejor tránsito digestivo

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  1. Tener un espacio para comer y un ambiente agradable

Sentarse, tener un lugar bonito, una mesa con un lugar asignado a cada persona es muy importante, ya que ese espacio agradable acentúa el placer de comer.

  1. Saborear los alimentos

Sentarse a disfrutar del sabor, olor, color de los alimentos nos ayuda mucho a de verdad reconocer qué es lo que estoy comiendo. Puedo identificar los sabores que me gustan, las texturas de los alimentos, su olor y como dicen “de la vista nace el amor” si veo un plato colorido seguramente será más atractivo comerlo.

  1. Masticar bien los alimentos

La saliva nos ayuda a alcalinizar los alimentos, tiene calcio y enzimas que hacen que comience la digestión. Para tener una buena digestión es indispensable ensalivar y masticar perfectamente bien los alimentos.

  1. Consumir alimentos enteros

Es muy importante consumir granos enteros ya que están llenos de fibra que ayuda mucho a la digestión. Frutas y verduras llenas de color para obtener todos los nutrientes que necesitamos.

5.- Consumir grasas buenas

Tales como las nueces, pistaches, cacahuates, etc. y aceites como el de oliva.

6.- Evitar llenarse demasiado

Puede sonar obvio, pero muchos no lo hacemos. Mientras más conscientes estamos de los procesos que hacemos en nuestra vida, más control tenemos sobre nuestras acciones. El comer hasta sentirnos satisfechos pero sin abusar de nuestro estómago nos hace sentir bien emocional y físicamente.

Al analizar nuestro proceso digestivo nos damos cuenta que todo lleva un tiempo y atención, y que hay muchas situaciones que “no hemos masticado suficiente” y por lo tanto no hemos podido digerir o asimilar. Dedica tiempo y atención a tu alimentación y digestión, verás como se refleja en otros aspectos de tu vida.

 

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